Buenos Aires (EP), 26 de julio 2023. Un nuevo estudio alertó que podría haber consecuencias devastadoras en cualquier momento desde 2025. Sin embargo, otros científicos lo desmienten
La comunidad científica se encuentra en alerta. El cambio climático jamás es bueno, pero algunos de sus efectos son peores que otros. Ahora, un nuevo estudio puso el grito en el cielo: el sistema circulatorio del planeta Tierra, constituido por el principal conjunto de corrientes oceánicas, se está debilitando. Y si no se frenan las emisiones de gases de efecto invernadero para 2057, los efectos serán irreversibles y devastadores. En la vereda de enfrente, algunos científicos pusieron paños fríos y dijeron que existe un impacto negativo, pero no catastrófico.
Un estudio publicado en la revista Nature aseguró que la llamada circulación de vuelco meridional del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés) colapsará en las próximas décadas. Según los expertos de la Universidad de Copenhague, Dinamarca, ese colapso podría llegar a mitad de este siglo. O en cualquier momento a partir de 2025.
Ese trabajo llega después de dos investigaciones separadas que en 2018 ya hablaban de un posible colapso, y un informe de los expertos de Naciones Unidas (IPCC) publicado este año que llegó a la misma conclusión. Sin embargo, Andrew Watson, profesor de investigación de la Royal Society en el Instituto de Sistemas Globales de la Universidad de Exeter, dijo a Science Media Center: «No estoy convencido de que esto sería un colapso catastrófico».
Qué pasa en los océanos
Que los océanos estén sanos es esencial para la supervivencia de la humanidad. Ellos regulan el clima, producen oxígeno y, al ser uno de los mayores reservorios de biodiversidad del planeta, son una fuente primordial de alimentos. En ellos están las corrientes, flujos de agua que van de una dirección a otra con una velocidad específica.
Si el agua es fría, es más densa y pesada. Si es más caliente, es menos densa. La física indica que las partículas se difunden desde áreas donde están más concentradas (menos temperatura) hacia áreas donde lo están menos (mayor temperatura). Es así como las diferencias en la densidad del agua y los cambios en la temperatura generan los movimientos en el mar.
Estas corrientes son como grandes y oscuros ríos que se mueven debajo del océano, y constituyen alrededor del 40% del volumen total de los océanos profundos. Corrientes como la de Golfo, de aguas más calientes, viajan hacia latitudes más altas. En su camino, atemperan el norte y el sur del Atlántico y el clima de Europa occidental y el Este americano.
En el extremo de este sistema circulatorio sucede lo contrario: las aguas más frías de las zonas árticas se hunden hasta el fondo y viajan hasta las zonas ecuatoriales, explicó El País. A pesar de su nombre, la AMOC no se queda en el Atlántico. Debido a la mayor temperatura relativa y salinidad del Pacífico y el Índico, la circulación atlántica también llega hasta estos océanos. Aunque su impacto más evidente es en el clima, también afecta a la distribución de residuos o nutrientes por todos los mares del planeta.
Es un ciclo: las billones de toneladas de agua más densa y fría descienden hasta lo más profundo de las regiones polares y después se desplazan por las profundidades hacia los trópicos. Allí el agua sube y se calienta, y esas corrientes más cálidas circulan por los océanos Pacífico, Índico y Atlántico, liberando calor, oxígeno y nutrientes y absorbiendo dióxido de carbono, antes de llegar de nuevo a los polos donde el ciclo vuelve a empezar.
Una Antártida en problemas
El motor de este sistema es la Antártida. Pero esta región tiene problemas: se está descongelando. Ese deshielo implica más agua dulce en las corrientes, lo que hace que la AMOC se ralentice hasta pasar a un estado débil. El agua dulce ártica, aunque fría, es menos densa que la salada, por lo que se hunde peor, interfiriendo en el circuito.
«El agua de deshielo de los alrededores de la Antártida hace que las aguas sean más cálidas, menos densas y, por tanto, menos propensas a descender», explicó a Wired Kathryn Gunn, oceanógrafa física y especialista en cambio climático de la Universidad de Southampton. «Esto frena la circulación de vuelco», agregó.
Si el foco se pone en la historia del planeta Tierra, los pronósticos no son alentadores. «El problema es que no vimos un colapso del AMOC en los últimos 12.000 años», señaló Susanne Ditlevsen, de la universidad danesa y coautora del estudio. «Los declives y reinicios observados en el registro paleoclimático del último periodo glaciar fueron extremadamente bruscos», explicó.
La investigación danesa alertó que la AMOC podría apagarse ya en 2025 y no más tarde de 2095. «No se sabe a ciencia cierta a qué velocidad se producirá el cambio cuando se alcance el colapso. Los modelos climáticos dan diferentes estimaciones, desde décadas hasta siglos», aclaró Ditlevsen.
Los científicos que descreen del estudio
«La inestabilidad también podría ser menos dramática, no un cierre a gran escala sino un cambio en los sitios de formación de aguas profundas, por ejemplo. Esto podría ser más probable, ya que la mayoría de los modelos actualmente sugieren una desaceleración, pero no un cierre del vuelco durante este siglo», opinó, por su parte, el experto Andrew Watson.
Ben Booth, científico principal del clima del Met Office Hadley Centre, fue categórico. Aunque tildó al trabajo de «interesante», remarcó que «las conclusiones están lejos de ser una ciencia establecida» porque hay otros factores que son ignorados. «Se debe tener mucha precaución al interpretar los hallazgos como una inferencia definitiva del futuro cambio radical», marcó.
Hay algo en lo que todos coinciden: el trabajo es novedoso por su apoyo en herramientas estadísticas y no tanto en modelos climáticos. También estuvieron de acuerdo en que si la AMOC se frena, significaría un colapso de consecuencias globales.
¿Cuáles serían? “El calor se acumularía en el océano austral y el Atlántico sur, pero en los continentes del sur, las temperaturas también disminuirían. Las principales zonas de lluvia cambiarían, lo que llevaría a mucha menos lluvia en Europa, América del Norte y Central, África del Norte y Central y Asia, y más en el Amazonas, Australia y el sur de África. El hielo marino se extendería hacia el sur desde el Ártico hasta el Atlántico norte subpolar y el hielo marino antártico se extendería hacia el norte”, explicó Hollyday a la división británica del SMC.
El problema es complejo, pero la solución es sencilla: detener el calentamiento global. «Con medidas drásticas, probablemente impediríamos que esa desaceleración se convirtiera en un colapso total, Pero es bastante ajustada», concluyó England.
Fuente BAE Negocios