Salta (EP), 08 de julio ‘24. Una cosa es la Puna de Atacama, al oeste de la gran cadena volcánica andina y otra es ese ambiente de altura, al este, en la Pre-Puna, que se vende turísticamente como Puna pero que no lo es.
La Puna es la región limitada por una cordillera volcánica a occidente y una cordillera tectónica a oriente, que se eleva en promedio a 3.700 m sobre el nivel del mar. Los grandes brazos que la limitan a occidente y a oriente, tanto volcánico como tectónico, se elevan a más de 6 km sobre el nivel del mar. Se pueden tener regiones altas y áridas al este de la Puna pero que no forman parte de la unidad geológica y morfotectónica a la que se define como Puna Argentina, esto es la continuación natural austral del Altiplano boliviano. Lo que internacionalmente se conoce como un «High Plateau».
La región de la Puna propiamente dicha tiene varios factores que la definen, entre ellas los volcanes, los salares anómalos en boro y litio, una vegetación achaparrada xerofítica y la vicuña. A ello puede sumarse un clima singular, propio de una región de altura en una latitud tropical a subtropical. Se tienen que dar todos o casi todos esos elementos para que estemos hablando de lo que verdaderamente es la Puna Argentina. Ni la Puna de Atacama de occidente ni la Pre-Puna de oriente, que entran en otras definiciones.
El edificio orogénico andino tiene un rumbo marcadamente meridiano, esto es norte – sur. Ello hace que los vientos húmedos que provienen del este choquen inevitablemente con la barrera orográfica y descarguen paulatinamente la humedad con lluvias que comienzan muy intensas y se van apaciguando hacia el oeste. Así en el borde oriental de las Sierras Subandinas se alcanzan precipitaciones que superan los 2.500 mm y estas comienzan a disminuir hacia el oeste frenándose en cada uno de los cordones serranos.
Las isohietas son las líneas que unen los puntos de igual precipitación. Un mapa de la región andina permite ver las intensas precipitaciones al este y como estas van mermando paulatinamente al oeste hasta desaparecer. Y es así como pasamos desde regiones húmedas, a semiáridas y a áridas. Desde la selva del Baritú a los paisajes lunares y marcianos de la Puna. Desde los Yungas de Bolivia al desierto híper árido nitratífero del norte chileno, donde saltamos desde precipitaciones de 6.000 mm a casi cero.
Todo ello en el contexto andino. Con una cara híper húmeda oriental y una cara híper árida occidental. Y entre esos extremos se cuentan las serranías subandinas, los valles de la Cordillera Oriental y la Puna.
El valle de Lerma
Sin ir más lejos, el Valle de Lerma, que alberga a la ciudad de Salta, es una fosa tectónica asimétrica en compresión, con una sierra a occidente que supera los 5 km y una sierra a oriente que no pasa de 2 km de altura, mientras que el piso del valle se encuentra a unos 1.200 m de altura sobre el nivel del mar.
Ello hace que mientras en el centro del valle las precipitaciones no superan los 700 mm, a occidente se tengan registros de hasta 1.600 mm y a oriente de menos de 500 milímetros. El valle está basculado de occidente a oriente y de norte a sur como lo muestra la hidrología superficial con ríos que alimentan las cuencas del Bermejo al norte y del Juramento al sur. Y esa hidrología superficial está en gran parte acompañada por la hidrología subterránea. La que estudian los geólogos para buscar el agua subterránea potable y de consumo humano. Una tarea muy cara a los hidrogeólogos de la UNSa, entre los cuales el Dr. Rodolfo F. García Maurizzio realizó un gran aporte. Cada vez que me lo cruzaba en los pasillos de la universidad me insistía en que escriba sobre el tema del agua así que esta nota es un homenaje a su memoria.
Como dijimos las cadenas andinas actúan de filtro y de barrera al paso de los vientos húmedos del Atlántico. Algunos millones de años atrás esas cadenas no se habían levantado y las selvas llegaban al Valle Calchaquí, Quebrada del Toro, Quebrada de Humahuaca y al borde de la Puna, lugares hoy muy áridos. Restos fósiles de cocodrilos, tortugas, grandes árboles y plantas de pantano dan prueba de esa situación. Con el empuje lateral de los Andes esos ambientes húmedos se desplazaron hacia oriente hasta alcanzar su ubicación actual.
Tierra de salmueras
La Puna recibe hoy menos de 150 mm en su cara oriental y menos de 15 mm en su cara occidental. Tanto en precipitación pluvial como nival. Las lluvias se concentran en el verano y las nevadas en el invierno. A raíz del termoclastismo que generan las amplitudes térmicas diarias la Puna es una enorme esponja de arena. Ello hace que las aguas de lluvia se infiltren rápidamente. Las nieves que se derriten se infiltran y junto con las aguas de lluvia alimentan los acuíferos subterráneos. La Puna está compartimentada por bloques tectónicos norte-sur y cadenas de volcanes que la cruzan desde noroeste a sureste.
Las aguas convergen superficial y subterráneamente y se dirigen al centro de esos compartimentos estancos donde se evaporan, precipitan sales y forman los salares. En ese traslado, desde los bordes a los centros de los salares, las aguas se cargan lentamente de sales y van pasando desde aguas dulces a salobres, a saladas, hasta alcanzar el grado de salmueras densas e híper concentradas (brines). A manera de comparación el agua de mar contiene 28 gramos de sales por litro y las de los salares superan los 300 gramos por litro. Esas salmueras son las que contienen el litio. Y muchos otros elementos químicos, especialmente los alcalinos y alcalinotérreos.
Dada la configuración geológica de la Puna las aguas se infiltran en una gran variedad de terrenos compuestos por rocas ígneas, sedimentarias y metamórficas a los cuales lavan y les liberan elementos químicos. En la Puna se encuentran aguas de gran pureza en el sentido de potabilidad y otras, la mayoría, que contienen elementos químicos que las hacen imbebibles. Especialmente por los altos contenidos en arsénico, propios de un ambiente con intensa actividad volcánica. Aguas que de todas maneras pueden ser usadas para su uso industrial y minero.
Lo cierto es que en la Puna se encuentran todo tipo de aguas, en variedad, calidad y cantidad; esto es, superficiales y subterráneas; calientes, templadas y frías; ácidas, neutras y alcalinas; de manantiales, fuentes termales, vegas y bofedales; de ríos, arroyos, lagunas y pantanos; en acuíferos libres, semiconfinados y confinados; meteóricas, juveniles y fósiles; congeladas en glaciares, litoglaciares y periglaciares, entre otras. Las escasas lluvias que caen en la Puna, especialmente en los años-Niña, se infiltran y pueden alimentar por endorreísmo los salares o bien filtrarse hacia la cuenca atlántica por el este o la cuenca de Atacama por el oeste a partir de las grandes ivisorias de las aguas o «divortium aquarum» que son las dos cordilleras principales: Volcánica occidental y Tectónica oriental.
Las aguas que se quedan dentro de la Puna pueden escapar por evaporación en el núcleo de los salares o bien desplazarse en función de la pendiente regional y conectarse subterráneamente entre distintos salares. Hubo épocas pasadas en que los salares se convirtieron en grandes lagos y rebalsaron unos en otros en función de la pendiente y las diferencias relativas de altura.
La Puna es una región caliente con volcanismo reciente. En función del mayor grado geotérmico muchas aguas surgen a diferentes temperaturas y forman fuentes termales. En el pasado muchas de esas fuentes termales fueron géiseres que expulsaron grandes chorros de agua caliente los que caían depositando carbonato de calcio y formando conos de travertinos.
Aún queda una actividad residual en unos pocos que muestran aguas frías salobres y ferruginosas con burbujeo de gas carbónico. Algunos de ellos derramaron aguas boratadas ricas en litio. Los salares están rodeados por grandes «pie de montes» de abanicos aluviales por los cuales circula el agua subterránea que puede captarse por perforaciones con distintos grados de salinidad, esto es desde dulces hasta salobres y saladas. Útiles para su uso humano o industrial. Aguas ácidas se encuentran en rocas que encierran sulfuros.
Hay una enorme variedad de tipos de manantiales en las quebradas de los bloques tectónicos que limitan los salares, al pie de ellos, en su borde como los ahora famosos «ojos de mar» (puquios), dentro de los mismos salares, en las faldas de los volcanes y siempre con sus propias características físicas, químicas y organolépticas. Se han encontrado acuíferos de aguas dulces dentro de los salares. Por las características geológicas de la Puna, las aguas superficiales son insignificantes en comparación con las aguas subterráneas. Entre sus múltiples singularidades la Puna representa una curiosa paradoja ya que es un desierto seco en superficie pero que alberga un enorme reservorio de aguas en profundidad.
Fuente: El Tribuno – https://mineriasustentable.com.ar/