Río Negro (EP), 18 de Febrero ‘25. En Los Manzanos se quemaron los bosques más húmedos de la región. En El Bolsón, la antropización y la cantidad de especies exóticas facilitaron la propagación del fuego. En Lanín estiman que tardarán entre 60 y 70 años en recuperarlo perdido.
Los incendios en La Patagonia aún siguen activos. Los especialistas estiman que la pérdida en biodiversidad es invaluable. De todos modos, el saldo recién podría conocerse una vez que el fuego sea contenido.
«Hablamos de bosques muy húmedos con mucha biodiversidad, mucha cobertura vegetal. Son lugares con mayor biodiversidad de animales, plantas y hongos que tardarán mucho tiempo en recuperarse. Hay mucha flora y fauna de alto valor afectado«. Así evaluó el biólogo Javier Grosfeld, técnico del Centro Científico Tecnológico (CCT) Conicet Patagonia Norte el impacto de los recientes incendios en la zona de Bariloche y El Bolsón.
«Uno puede calcular el costo operativo de un incendio, se suele hacer una evaluación de los datos de infraestructura ambiental, pero lo que nunca se hace es calcular el costo ambiental. ¿Cuánto es el bosque que se perdió?, ¿cuántos servicios ecosistémicos se perdieron?», planteó Grosfeld, especialista en conservación y gestión de recursos naturales.
Pérdidas por el incendio en Parque Nacional Nahuel Huapi
El incendio que se desató el 25 de diciembre en el sector Los Manzanos, en el parque nacional Nahuel Huapi, al sur de Bariloche, ya consumió 10.767 hectáreas. Aún no se cumplen dos meses y ya arrasó con casi el doble de la superficie de aquel primer incendio en la misma zona que se produjo en 2022 – y que afectó 6.400 hectáreas en tres meses -.
Grosfeld destacó que el incendio de Los Manzanos que ya avanzó hacia el lago Roca, el lago Martín, Steffen, la cascada Los Alerces y el cerro Santa Elena, afectó solo vegetación nativa. «Se han quemado los bosques más húmedos que tenemos. Por eso, es una reserva estricta. Hay todo tipo de representantes de la selva valdiviana, como alerces, mañius hembra, tineos, que uno puede ver especialmente en los bordes de lago Roca», describió.
Explicó que el bosque de coihue se podrá recolonizar a partir del aporte de la semilla que «quedó como sobreviviente». «Todo depende de cómo haya sido la intensidad del fuego que podrá evaluarse recién una vez que el incendio acabe», comentó y agregó: «Si la severidad no fue muy elevada y no se quemó el suelo, esas especies tienen posibilidad de germinar. Por eso, con un estudio puntilloso podremos saber en qué áreas hay posibilidad de que la regeneración natural prospere, sin intervención del hombre». Si la severidad fue alta será necesario intervenir con una restauración activa.
El bosque de lenga, en cambio, será difícil de regenerar ya que esa especie no rebrota. Por otro lado, el ñire, el radal, el maitén y la laura son matorrales. Se trata de ecosistemas más pirófilos (especies vegetales que resisten al fuego porque son capaces de soportar un incendio o pueden revivir después de un siniestro).
«La lenga o los bosques húmedos no son pirófilos: el fuego se detiene en ellos, más aún con tantos años de sequía. En esos bosques las especies no van a rebrotar fácilmente y será difícil su recolonización. Dependen de los individuos remanentes», acotó el especialista.
Grosfeld recalcó que muchas aves recorren esa región, al igual que pequeños mamíferos, como ratones, monitos de monte y gatos silvestres -incluso el gato huiña- y algunos reptiles.
«Lo cierto es que hay poco muestreo de esa zona porque es inaccesible. Solo pude recorrerlo una vez en 1992 y es de muy difícil acceso», advirtió.
Grosfeld consideró posible que, en poco tiempo, ese suelo quemado se recubra de hiedras y especies rebrotantes. Las lianas, pastos y hierbas reaccionan rápidamente.
«Según cual haya sido la intensidad del fuego, los amancay son importantes ya que tienen unos bulbos enterrados que les permite volver a brotar el año después del incendio. Por otro lado, la Muehlenbeckia lleva años esperando y es la primera especie que germina una vez que pasa el fuego. Después del incendio de Cholila, lo pudimos comprobar. Recubre rápidamente todo el suelo», puntualizó.
El costo ambiental por el incendio en El Bolsón
El incendio de El Bolsón, en cambio, ya afectó 3.825 hectáreas y se trata de dos sectores completamente distintos. El Área Natural Protegida del Río Azul (Anprale) es similar al sector de Los Manzanos con un bosque mixto, aunque un tanto más seco, con gran cantidad de coihues y cipreses.
«Lo que sucedió en Mallín se asemeja al incendio de El Hoyo: la presencia de pino sumado a los fuertes vientos hicieron que la corrida del fuego fuera muy rápida. Hay un proceso de antropización con especies exóticas que hicieron que el fuego avanzara más rápido de lo esperado. Entonces, cuando saltó el río en Mallín, el comportamiento fue tan extremo que resultó difícil de combatir», señaló.
En el caso del incendio que azotó El Bolsón, se vieron afectadas gran cantidad de mascotas y animales de granja.
Pérdidas de flora y fauna por el incendio en Parque Lanín
El incendio en Parque Nacional Lanín, en el Valle Magdalena, continúa activo desde el 30 de enero. Según los últimos registros ya hay aproximadamente 22.131 hectáreas afectadas. La zona incluye una Reserva Natural Estricta, donde especies en peligro de extinción y hábitats amenazados están en riesgo.
Martín Toledo, jefe de Incendios, Comunicaciones y Emergencias y técnico ambiental confirma que una vez que se logre apagar los distintos focos activos se podrá determinar las pérdidas de flora y fauna. Pero, asegura que la zona donde se está desarrollando el incendio «la vegetación que está en este lugar quemándose tiene una parte de necesidad de incendios con una periodicidad. Por lo general la ecología del fuego habla que en 60, 70 años el bosque tiene que quemarse para no generar carga de combustible disponible, que sería mucho material seco debajo de estos bosques que puede aumentar la intensidad». Pero, también dice que hay factores antropocéntricos y de calentamiento global que agravan la situación.
De material vegetal que se está perdiendo por los incendios se encuentran: araucarias, raulies, lengas, ñires, coihues, coirones, ciprés de las cordilleras, lauras. «Hay varias especies que depende de la exposición crecen más o menos, y se establecen ahí. Y muchas veces hay prioridades en el combate, según la vegetación que tengamos enfrente. Por ejemplo, hay especies que son de semilla obligada, que evolucionan con poco fuego, pero hay otras zonas con araucarias que necesitan los fuegos periódicos».
Respecto a la recuperación del bosque Martín Toledo asegura que es necesaria una investigación de largo plazo para saber con exactitud. Pero, proyecta: «hay algunos sectores que tuvieron mucha intensidad y las araucarias que se quemaron no se recuperarán y hay otros sectores donde hubo una intensidad aceptable para el bosque y se necesitan entre 60 y 70 años para que haya arbolitos del tamaño que hay ahora».
En la zona se ven afectados desde insectos, lagartijas, murciélagos, aves, animales chicos que no pueden escapar del fuego. También muchos peces y anfibios que han muerto por la elevación de la temperatura y la oxigenación del agua. También hurones, zorros, burritos de monte, pudú. «Depende del lugar en el que se encuentren y si tienen lugar para escapar. Ahí también juega al instinto de supervivencia de cada animalito«, especificó Toledo.
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Fotografía Mongabay Latam