Uranio: Los acuíferos subterráneos de la meseta chubutense almacenan gran variedad de metales


Chubut (EP), 25 de julio ‘24. El yacimiento Meseta Central sería susceptible de recuperar in situ. En nota anterior decíamos que parece posible el retorno de la minería de uranio en la Argentina, para explotar recursos susceptibles de recuperación in situ (ISR). En Chubut el yacimiento Meseta Central sería candidato a utilizar este proceso de recuperación.

Los acuíferos subterráneos almacenan una variedad de metales, entre los cuales se encuentra el uranio, arrastrados por aluviones que bajan de las montañas. El uranio radiactivo al estar depositado y encapsulado no presenta riesgos para los seres vivos.

El proceso de recuperación in situ está adquiriendo mucha importancia en el mundo porque es más barato, menos complejo que la minería, no requiere mover montañas de roca y no deja vertederos de residuos sólidos, solo lagunas de evaporación. Entonces la explotación de depósitos de uranio de menor concentración es teóricamente más rentable. Comúnmente en los costos no se incluye la remediación.

Por estas razones y porque se están terminando los yacimientos favorables para la extracción a cielo abierto, China está migrando toda su producción hacia esta tecnología.

La lixiviación in situ también se promociona como más respetuosa con el ambiente, pero no lo es. La cualidad más importante del proceso es el costo.

El proceso consiste en inyectar un “lixiviante” dentro del acuífero por medio de pozos inyectores. El lixiviante es arrastrado dentro del acuífero donde disuelve el uranio y otros minerales, y luego es bombeado por bombas centrífugas hacia la superficie por medio de pozos productores.

Depende de las características de la formación subterránea y, sobretodo, de las urgencias económicas de la compañía extractora, el lixiviante puede ser ácido o alcalino.

Lógicamente los lixiviantes ácidos son más agresivos y diluyen más fácilmente y rápido todo tipo de minerales incorporando metales pesados al agua que se bombea a la superficie, incluyendo arsénico, selenio, plomo, vanadio y otros.

En superficie se separa el uranio y se manda a una planta de procesamiento. Parte del agua cargada de lixiviante, metales pesados, sales y elementos radiactivos, se recicla inyectándola nuevamente al acuífero.

El exceso de agua producida se acumula en lagunas de superficie para su decantación y evaporación. En estos depósitos se libera al ambiente el gas radiactivo y cancerígeno radón.

Si la velocidad de evaporación es inferior a la disposición de agua excedente, se provocan verdaderas inundaciones en las zonas de explotación.

El agua se evapora y su contenido decanta en el fondo contaminando suelos y rocas. Una parte de este licor queda atrapado en forma de agua intersticial en la arenisca provocando gran contaminación de napas con uranio, lixiviante y metales pesados

Cualquiera sea el elegido, el lixiviante presenta problemas serios para la integridad del acuífero y la salud de los seres vivos. Tanto las aguas subterráneas como las superficiales quedan contaminadas y la mezcla de lixiviante, metales pesados y radionucleidos, puede filtrarse a través de la roca porosa.

Un claro ejemplo del legado ambientalmente destructivo de la lixiviación in situ, es la mina de uranio Wismut GmbH Königstein. Hubo que invertir 7,100 millones de euros para su remediación, pero como siempre en materia nuclear, los pagó el estado alemán.

Originalmente tanto los elementos del agua del reingreso al acuífero como del excedente de esta mina, se disolvían y parte migraba a los acuíferos vecinos o a las lagunas y arroyos receptores.

Entonces, en vista de esta compleja situación ambiental, un reingreso directo parecía implicar un gran riesgo inaceptable, lo mismo con el agua de superficie. Por este motivo, en 1991 se inició el reingreso controlado.

Tras la eliminación del uranio disuelto, el agua de la mina se lleva a una planta de tratamiento de aguas y luego parte reingresaba al acuífero y parte se vertía al río Elba.

El proceso de lixiviación in situ sólo resulta barato para las empresas mineras. De acuerdo a experiencias internacionales, es imposible garantizar la operación segura de estos emprendimientos. Es inconcebible que la francesa Areva y otras empresas mineras garanticen una rehabilitación integral de las minas explotadas por este proceso.

Los cálculos de los flujos de agua subterránea alrededor del depósito de uranio nunca son 100 por ciento seguros. Las direcciones del flujo de agua subterránea también pueden cambiar. Los líquidos contaminados durante la minería no se pueden bombear por completo. La reacción de la roca al fluido que se disuelve no corresponde necesariamente a las predicciones. La contaminación de las aguas subterráneas es irreparable con consecuencias imprevisibles.

El desarrollo de estos proyectos implica la instalación de cientos, o miles, de pozos inyectores y productores. Se inyectarán dentro del acuífero cientos de toneladas de lixiviante durante los 15, 20 o 30 años que dure el proyecto, al cabo del cual el acuífero quedará completamente inservible a perpetuidad.

Normalmente quienes apoyan la energía nuclear, como el geólogo Luis López de la CNEA, callan el verdadero impacto de las explotaciones por el método de lixiviación in situ, como tantos otros perjuicios de esta energía.

Este procedimiento de extracción de uranio reduce, pero no anula la contaminación del aire, y provoca ineludiblemente la contaminación del agua, tanto en el acuífero como en superficie.

A la CNEA no le preocupan los perjuicios que estas explotaciones puedan causar a pobladores, ya lo demostró dejando abandonadas sin remediar las minas Los Adobes y Cerro Cóndor y la planta química Pichiñán, en nuestra provincia, como Los Gigantes en Córdoba, y tantos otros sitios contaminados.

Fuente https://www.elchubut.com.ar/

Fotografía Enernews